Un cuento semi erotico para que no se calienten

Dia caluroso en Buenos Aires, la gente camina rápido escapándole al sol,
buscando refugio.

Llegaron en distintos momentos a la puerta del edificio, ella primero y
luego el.

La recepcionista pregunto sus nombres para corroborar el turno y abrió la
puerta.

Se encontraron sin conocerse en el consultorio medico.

Estaban solo los dos esperando, era el ultimo turno de un dia viernes
agotador previo a la navidad.

El vestia un pantalón gris y una camisa blanca entallada.

No era lindo, sin embargo su cara rustica, su barba estudiada de un par de
días y su cuerpo marcado le daba un aire interesante.

Ella traía un vestido holgado con flores, llevaba el cabello suelto a la
altura de los hombros, era bonita y lo sabia.

El salón era austero pero comodo, lo de siempre, un par de sillones de dos
cuerpos enfrentados donde se hallaban sentados, sillas, algunos cuadritos que intentaban darle un poco mas de vida al salón y nada mas.

En la salita de junto, la recepcionista.

No habia mucho para hacer, las pocas revistas eran viejas y de moda. Ella
estaba hojeando una.

El hizo un paneo sobre las pocas cosas que habia en el lugar, el cuadro, el antebrazo del sillón, las fotos de la portada de la revista que miraba le permitían echar una
mirada sobre lo único que le llamaba la atención. Ella.

Era hermosa, y el vestido le daba un aire muy sensual, tenia
piernas bien formadas y el tono dorado del sol de la primavera le sentaba
muy bien, sobre todo resaltaba y hacia mas atractivos esos rulos rubios que caian sobre sus ojos
claros.

Ella no lo miro nunca.

Seguia ensimismada en la revista como si el no estuviera o no le importara.

Pensandose sin ninguna chance decidio seguir mirando para retratarla en la
memoria, cada vez mas impúdicamente.

Ella, sintiéndose observada, levanto la mirada y sin preámbulos lo miro
directamente a los ojos.

No tenia en la mirada reprobación, tampoco aceptación. No podia descifrarla pero lo avergonzaba y bajo la vista.

Ella siguió observándolo como si ahora la escopeta hubiese cambiado de mano
y ahora el fuera la presa.

Se sentía curioso por la reacción de esa mujer y turbado a la vez.

Ella cruzo una pierna sobre la otra, su pollera se levanto dejando ver mas
de lo que deberia, el no pudo evitar mirar.

Ella con vos con voz serena pero firme se acaricio la entrepierna humeda por el calor y la exictacion y le dijo
imperativamente, Damela ahora.

El salame respondio
17.35

Fin

Muy bueno Juan! Yo le hubiera pasado una revista...